Participación en el proyecto educativo impulsado por el Colegio de Educación Infantil y Primaria (CEIP) Ghandi de Málaga


INSTALACIÓN DE OSTRAS - UNA REFLEXIÓN SOBRE AMOR PROPIO

DESCRIPCIÓN

 

"Yo soy diferente ¿Y qué? ¿Tú no? es la frase que vertebra el proyecto educativo impulsado por el Colegio CEIP Gandhi de Málaga sobre la diversidad, que culminó el día 3.12.2021 con una muestra en la que han colaborado personalidades como Kiko Veneno,  Diana Navarro, María Barranco, Idígoras y Pachi o Salva Reina, expresando a su manera el lema. Con esta iniciativa se pretende implicar a la sociedad, para ayudar a extender en interiorizar la idea de que todos somo iguales y a la vez diferente por encima de cualquier limitación o dificultad. 

 

Esta iniciativa me inspiró a aportar una instalación de ostras, que he coleccionado en la costa de la Bretaña francesa. Dentro del género de los moluscos, la ostra es la que más me fascina. Cada pieza es extraordinariamente diferente a la otra. El color, los volantes, la textura, el tamaño…Cada una parece ser  individual e irrepetible. Su potencial de generar el crecimiento de una perla en su interior es otro misterio que guarda. Todos estos factores me recuerdan a los seres humanos: somos de la misma especie y al mismo tiempo cada uno de una individualidad que jamás ha existido ni existirá. Llevamos una perla dentro, nuestro “ser” único, que se desarrolla y crece con los años. 

 

Con la instalación de las ostras invito a reflexionar sobre amor propio vivido y sus inevitables consecuencias de poder llevar una vida en equilibrio. 

"EL cuento de la perla perdida"

UN CUENTO INTERACTIVO EN ACOMPAÑAMIENTO DE LA OBRA - POR NATASCHA BERSENEVA 

 

Erase una vez un molusco llamado Santi, siempre amable y de buena educación. Vivía en una concha de ostra, ahí también nació, creció y pasaría toda su vida.

Santi empezó a viajar al cumplir los 7 años. Viajaba mucho pues su concha le servía de barco y con ella navegaba por los mares. Con los años se convirtió en un capitán excelente y sabía navegar por aguas tormentosas, explorando las islas exóticas y anclando de vez en cuando en puertos conocidos. Era un molusco muy apreciado por los habitantes del mar: gambas, sardinas y mejillones, a todos les gustaba su compañía. Admiraban su concha por el tamaño y por sus colores a rayas morados y rosas. El molusco Santi estaba muy contento de ser tan aceptado y querido por la sociedad marina y pensaba vivir una vida muy conseguida. Solo había un problema grave y el molusco no se atrevía hablar con nadie de eso. Tenía una debilidad que le daba vergüenza: era el mareo. Lo sufría mientras navegaba. Pasaba una sensación horrible en su estómago que le hacía querer vomitar. Por cierto, hablando de sus viajes: él nunca sabía exactamente donde ir y cuál podría ser un bien destino. Lo que hacía era recoger historias y consejos de otros navegantes. Nunca ha sentido una llamada interior de visitar algún sitio, solo iba por recomendación o prestigio.

Pues un día, cuando estaba otra vez navegando hacía un nuevo destino, intentó a ir despacio para no marearse. Vio delfines jugando cerca de su barco y le hizo olvidarse del mareo por un momento, pero volvió a sentirse enfermo enseguida. Desesperado de no poder disfrutar de nada, paró su barco, se sentó al borde de su concha y estalló en lágrimas.

De pronto escuchó alguien decir “¿Qué te pasa?”. Levantó la cabeza y se dio dos vueltas para ver quién hablaba, pero no encontró a nadie. “¿Estás bien?” volvió a escuchas Santi y en este momento vio un tentáculo enganchado en la popa de su barco. Se acercó e inclinó sobre el agua mirando directamente a la cara sonriente de un pulpo. “Hola” dijo Santi, “Sube”. El pulpo subió trepando con sus tentáculos y se sentó en una esquina, todavía sonriendo. Se miraron un rato sin decir nada, algo sorprendidos de la situación. Rompió el hielo el pulpo: “Pues, me daba una vuelta por aquí y te he escuchado llorar. “¿Te puedo ayudar en algo?”

“Eres muy amable pulpo, pero no creo que tú me puedas ayudar con mi problema”. El pulpo vio como Santi bajó un brazo y lo puso en su barriga. “¿Estás mareado? Santi miró fijamente al pulpo: “¡Siii! Llevo…” “…toda tu vida luchando con ese problema?” acabó la frase el pulpo.

“!Siii¡” y Santi no pudo contener sus lágrimas. Empezó a contarle todo al pulpo, sobre su problema y su vida. El pulpo escuchó a Santi sin interrumpirlo y esperó hasta que se calmara. Entonces le preguntó:

“¿Y dónde está tu perla?”

“Qué perla?”

“La que te hace diferente a todos, tu tesoro, tu brújula, tu…”

“¡Pues no la tengo! Ni sabía que la tengo que tener!”

“Aparentemente la has perdido, cuando eras pequeño, y ahora no te acuerdas de ella. Muchos la pierden o tiren al mar sin saber para qué sirve. ¿A qué edad empezaste a viajar?”

“A los 7 años”

“Pues ahí fue probablemente cuando la perdiste”

“Y para qué sirve entonces y qué tiene que ver conmigo?”

El pulpo explicó: “Cada concha nace con unos granos de arena dentro. Durante los primeros años, mientras tú estabas creciendo, se iban acumulando cada vez más los granos de arena y de ellos se iba formando la perla. Siempre estaba directamente a tu lado, pero como tú eras muy pequeño, pues no te dabas cuenta. Ella sabe todo de ti, todo, porque nunca se apartaba de ti. La perla tiene muchas funciones: es tu brújula, que siempre te indica el próximo y muy propio destino de viaje. También si la colocas en el centro de tu barco, le dará equilibrio y estabilidad. Sin la perla el barco no se mueve suavemente, y es por eso, porque sufres náusea.”

Santi no lo pudo creer. ¿Por qué no se acordaba de su perla? ¿Por qué no sentía la necesidad de tenerla?

-          ¡Sí, lo sentías….! -  dijo el pulpo, como si hubiera leído su mente. “Sientes la ausencia de tu perla en la barriga… “

-          “Entonces” -  concluyó Santi – “¿la necesito para equilibrar a mi barco y para que me indique mis próximos destinos?”

-          “Si, así es. Y si no la tienes, vives una vida ajena, no la tuya. Cumples con destinos de los demás, no con los tuyos, porque no llegas ni a saber, cuáles podrían ser tus destinos. La perla eres tú y tú eres la perla”

Eso no lo entendía bien el molusco Santi. ¿Cómo que la perla es él, si él está ahora mismo aquí, hablando con el pulpo?

Otra vez el pulpo leyó su mente:

“si crees que esto – y señaló a Santi y a su barco – eres tú, te equivocas. Esto es la casa, en la que vives, tanto el barco como tu cuerpo. Pero TÚ mismo en realidad eres la perla. Si no la tienes, solo haces cosas para complacer a los demás y acabas siendo como los demás. No eres diferente, si no tienes la perla. “

El pulpo hablaba palabras muy duras pero sus ojos, con los que miraba a la cara de Santi, estaban llenos de cariño.

Santi el molusco creía entender mejor lo que decía el pulpo y lo pregunto con voz baja:

“¿Entonces no soy bueno tal y como soy…?”

“Eres bueno, pero no eres tú, no eres diferente. La que te hace diferente y único es tu perla.”

“¡La tengo que buscar!” exclamó Santi y pidió al pulpo que le explique cómo y dónde buscarla. El pulpo le explicó que hay que regresar al lugar donde había pasado su infancia, saltar al agua y buscarla en el fondo del mar. Santi nunca había salido de su barco por los peligros que hay en el agua. Se rebeló y no quiso aceptar lo que le contaba el pulpo.

“Es tu decisión hijo, pero no hay otra manera. Te tienes que arriesgar para encontrarla”, respondía el pulpo. 

Santi, muy pensativo, lo preguntó entonces al pulpo: “oye, y cómo sabes todo esto y porque me lees la mente?”

“Porque tengo tres corazones: uno para ver, uno para sentir y uno para amar” dijo el pulpo y empezó a despegar sus ventosas del barco, para irse. Santi lo despedía con su mirada, sin ser capaz de decir nada más. Cuando el pulpo estaba a punto de saltar, Santi gritó: “Espera! Cómo voy a saber que es mi perla!?”

“¡Te parecerá la cosa más preciosa del mundo!” gritó el pulpo y saltó al agua.

Santi viajó lo más rápido posible a la bahía en la que había crecido. Ancló con su barco sobre el agua y pasó varias semanas probando con un dedo la temperatura del agua y asegurándose de que las condiciones para saltar sean lo más seguros posible. Cada vez que se sentía preparado para saltar y empezaba la cuenta atrás, encontraba una excusa para no hacerlo. Una noche entonces, se despertó de un tremendo ruido y tambaleo. Era una tormenta y las olas no paraban de pegar sobre su barco. Y así pues una de las olas se llevó a Santi y lo tiró al mar salvaje… Santi, desesperado y asustado, empezó a nadar, pero en el medio de las olas vio su barco desaparecer en la oscuridad…Cogió entonces aire y buceó. Empezó a bajar en profundidad y sintió que el aire que ha cogido no era necesario porque aparentemente sabía respirar bajo del agua. Se relajó y empezó a bajarse más y más profundo hasta que vio algunas cosas brillantes en el fondo del mar. Se acercó con curiosidad. Eran perlas, sin duda…los vio alguna vez en los mercados de los puertos, los marineros los vendían como trofeos ya que eran muy bonitas.

“Qué horror…” pensó Santi…”Todas estas perlas pertenecen a alguien pasando los mismos problemas como yo …” De pronto vio entre dos corales una perla extraordinariamente preciosa. No estaba ni la más grande de todas ni tampoco tenía una forma especial…solo que a él le ha parecido tan bonita que empezó a llorar mirándola. Era su perla, sin duda. La cogió, le dio un beso sobre su superficie brillante y sintió algo cálido en su estómago.

“Ahora soy diferente…”, dijo a su perla y empezó a subir.

 

                                                                                                                                                ___FIN___

EL CUENTO ILUSTRADO POR LOS NIÑOS DEL COLEGIO

EL PROCESO